En todas las artes hay círculos entre los aficionados que excluyen o ridiculizan aquello diseñado para llegar a un público lo más amplio posible. Es algo normal cuando una escena crece, y los aficionados originales se ven invadidos por hordas de novicios; es una forma de desmarcarse de ellos. Y para buena parte de los novicios, es un atajo a ser tomados más en serio entre esos círculos.
Pasa en música, pasa en cine, pasa en literatura. Al margen de sus detalles estilísticos, hay un colectivo enorme que menosprecia el renacido electro pop americano, o la pelis de Michael Bay, o todo lo que sale de la pluma de Dan Brown; sólo porque son accesibles por definición y diseño. Ninguno de nosotros está libre de culpa en esto, hay prejuicios que cuesta mucho dejar atrás.
Pero los videojuegos tienen un prisma muy único, que es fácil centrar en RPGs. Un mismo creador (una compañía, o un miembro de un equipo de desarrollo concreto) tiene, a este respecto, etiquetas mucho más volátiles y que evolucionan constantemente. Hemos mencionado varias veces aquí mismo como los distintos individuales al timón de los proyectos de Square Enix indican cambios sustanciales en la política de desarrollo, la estética del juego, esas cosas. Todo eso influye mucho en la audiencia potencial del juego, y su posición en el eje “Clásico-/-/-/-/-/-MALO” que tantos fans de la compañía dibujamos.